Criptógrafo, matemático, lógico, computólogo, con afición a correr maratones. Nacido en Westminster, en el año de 1912. Hijo del diplomático Julius Mathison Turing, quien junto a su esposa residía en La India por cuestiones laborales con el gobierno británico y se trasladaron a Reino Unido para dar a luz al pequeño Alan.
Pasó la mayoría de su infancia conociendo La India, el subcontinente en el que su padre trabajaba. Desde sus primeros días dio muestra de su inusual intelecto, interesándose por la lectura y los números. Sus padres afirmaban que aprendió a leer de manera intuitiva, lo mismo que a efectuar operaciones aritméticas. Para alentarle le procuraban la mejor educación, sin embargo, él no era precisamente el alumno más destacado, ya que en ocasiones consideraba una pérdida de tiempo tomar sus lecciones, pues él estaba en un plano intelectual superior al de sus compañeros.
A los catorce años de edad ingresó al internado Sherborne, en Dorset, donde conoció a su primer y quizás único amigo de toda la vida: Christopher Morcom, de quien probablemente Turing se había enamorado. Éste le regaló un libro sobre criptografía y se enviaban mensajes secretos durante las clases que les resultaban aburridas. A causa de tuberculosis Christopher muere junto con la fe de Turing y ello sería el gran golpe en su vida. A partir de ese momento se declaró abiertamente ateo (lo que resultaba muy polémico en esos años).
En Sherborne, Turing ganó la mayoría de los premios de matemáticas para alumnos que se otorgaban, y aun así, jamás fue visto con buenos ojos por sus profesores. A pesar de ello, continuó con su formación y entró al King’s College de la Universidad de Cambridge en donde logró graduarse sin problemas, para posteriormente acudir a la Universidad de Princeton donde fue alumno de Godfrey Harold Hardy (el mismo mentor de Ramanujan). La brillantez de Turing le valió ser nombrado como profesor en el King’s College en el año de 1935 con tan solo 23 años de edad.
El año siguiente, publicaría su primer gran obra “Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem”. Un trabajo sobre los límites de la demostrabilidad y la computación. Básicamente exhibía la capacidad de las máquinas para ser programadas y ejecutar órdenes de diverso índole, todo de un modo más eficiente que los seres humanos. En especial la resolución de problemas matemáticos mediante el empleo de algoritmos. Para ese entonces era demasiada la incredulidad, pero la idea de Turing estaba adelantada a su tiempo y con ella habría de cambiar el mundo futuro.
En 1938 obtuvo un Doctorado en la Universidad de Princeton. En su discurso introdujo el concepto de hipercomputación, en el que ampliaba las máquinas de Turing con las llamadas “Máquinas Oracle”, las cuales permitían el estudio de los problemas para los que no existe una solución algorítmica. La Segunda Guerra Mundial se avecinaba y ello interrumpiría (o potenciaría) las ideas de Turing. En 1939 recibió en secreto una carta del gobierno británico invitándolo a colaborar para descubrir los misterios de una máquina de cifrado alemana que cayó en sus manos. El régimen nazi empleaba este tipo de máquinas para emitir sus mensajes sin que pudiesen ser descifrados por otros seres humanos. La máquina emitía información que en apariencia no tenía sentido, se requería de un código, una especie de traducción que interpretara los datos emitidos por el ejército alemán.
Para tal tarea, el gobierno británico decidió buscar lingüistas, matemáticos y científicos. A ellos se encomendó la tarea de descifrar los mensajes del Ejército Nazi y para ello tenían un periodo limitado de 18 horas al día, puesto que las instrucciones en las máquinas de cifrado se cambiaban a la media noche diariamente. En el equipo se encontraba Alan Turing, quien se negaba a colaborar en equipo con sus compañeros por considerarlo una absoluta pérdida de tiempo. Decidió concentrar sus esfuerzos en el diseño de una máquina capaz de analizar todas las posibles soluciones (que eran varios millones), en vez de analizar uno a uno los resultados a la velocidad de un ser humano. El tiempo transcurría y mientras el equipo creía tener algún avance, la máquina de Turing parecí inservible. Los compañeros de Alan exasperados estuvieron a punto de destruir la máquina. El gobierno quería ver resultados y al no tenerlos otorgaron un tiempo límite para suspender la financiación del proyecto.
Un día de pronto Turing tuvo la brillante idea de buscar con su máquina resultados más cercanos a las probabilidades que le daba el idioma alemán por una frase que saludaba a Hitler al final de un texto. De ese modo perfeccionaría el sistema de búsqueda de su máquina y obtuvo exitosamente la traducción de la información del ejército alemán. Sus compañeros confiaron instantáneamente en él y su trabajo, estaban deseosos de poner en práctica esa información y salvar un barco de un ataque alemán. Sin embargo, pensando de manera estratégica y decidieron no dar señales a los alemanes de que su código había sido descifrado.
Turing analizó estadísticamente los riesgos implícitos en cada decisión e hizo creer al ejército alemán que seguían desconociendo el código, actuando así bajo el disfraz del azar en cada batalla. La máquina de Turing, a quien él llamaba Christopher en honor a Christopher Morcus, resultó pieza fundamental para la guerra. Residía en su equipo el poder de determinar quién vivía o quién moría en combate. En un enorme trabajo de estadística y probabilidad que colaboró al fin de la Segunda Guerra Mundial y se salvaron millones de vidas.
A pesar de ese gran logro, Turing fue juzgado por su homosexualidad, misma que era ilegal en el Reino Unido en aquél entonces. Se le dio la opción de tomar un tratamiento hormonal que le devolvería a la “normalidad” en vez de ir a prisión. Turing optó por el tratamiento y su salud se vio en problemas. Comenzó a padecer demencia, debilidad, alucinaciones y muchos otros malestares. Terminó suicidándose al consumir una manzana envenenada en 1954. Imagen que sería empleada años más tarde como el isologotipo de la compañía Apple en honor a Turing.
Los seres humanos, acostumbrados a realizar tareas por sí mismos, habían comenzado a relegar trabajo físico a las máquinas a partir de la revolución industria. Pero hasta ese entonces las máquinas no hacían más que trabajo repetitivo y mecánico. Las máquinas eran autómatas diseñados para hacer una o unas cuantas tareas. A partir de la Máquina de Turing, surge el concepto de inteligencia artificial. Máquinas que son capaces de pensar por el ser humano, de un modo más eficiente, con menos errores, en menor tiempo. La máquina de Turing es la precursora de lo que hoy conocemos como computadora. Si bien la vida de Alan Turing fue algo polémica, deberíamos de centrarnos en su obra, en sus contribuciones a la humanidad, no en lo que hacía o no con su persona. Revolucionó la tecnología con lo que también se conoce como “tercera revolución industrial”. El mundo hoy en día sería muy diferente si ese corredor de maratones no hubiese existido.
Hoy en día una sala de computación en la Universidad de Cambridge lleva su nombre. Existe una película que narra su vida y obra (principalmente durante la Segunda Guerra Mundial) llamada The Imitation Game (Código Enigma en castellano), dirigida por Morten Tyldum, lanzada en 2015.
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