Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed / Fundación Esteve
Francis Collins, el científico “cazador de genes” que lideró la secuenciación del genoma humano en 2003, está ahora al frente del mayor consorcio mundial de centros de investigación que trabaja en pos de una vacuna para la covid-19. Los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU, que dirige desde 2009, son por presupuesto y capacidad investigadora el primer candidato a desarrollarla. Collins está volcado en esta tarea y solo descansa para ir a misa virtual los domingos a través de Zoom, según informa The Economist. Considera que “la ciencia es una forma de adoración” y urge a los creyentes a que confíen más en el poder de la ciencia (la ciencia se ocupa de responder los “cómos” y la religión los “porqués”, explica). Pero la fe en la ciencia, tanto de creyentes como de agnósticos, pudiera haberse debilitado con esta pandemia o, mejor dicho, con la superexposición del ritual de la ciencia al foco mediático desde hace algunos meses.
¿Significa esto una pérdida de confianza o quizá una pérdida de la inocencia?
30 de abril, a las 8 de la mañana, en una emisora española: “Sesgo tras sesgo, la evidencia científica se va desvaneciendo. Igual es hora de preguntarse qué entienden los gobernantes cuando dicen “la ciencia”. O qué entendemos todos. “La ciencia como voz uniforme e infalible es un mito. O mejor: es un cuento. La ciencia es lo que van sabiendo los científicos. La ciencia es el conocimiento que en cada momento se ha alcanzado y la interpretación que, de ese conocimiento, hace cada científico”. Así reflejaba su desconcierto el periodista Carlos Alsina en su programa de radio. Sus palabras expresan lo que muchos han podido pensar y sentir: una cierta decepción por los titubeos, incertidumbres y debilidades de la ciencia y la tecnología (vacunas y tratamientos no son ciencia sino tecnología). Cuánta gente creía que la ciencia y la medicina eran más poderosas de lo que realmente son, y ahora, con el coronavirus, se han caído del burro. ¿Significa esto una pérdida de confianza o quizá una pérdida de la inocencia?
Posiblemente, ambas cosas. La ocasión es propicia para preguntarse qué es la ciencia, sin concesiones a la mitificación y a creencias infundadas. “La ciencia como voz uniforme e infalible es un mito”. Efectivamente: la ciencia son ideas, conocimiento que cuesta mucho esfuerzo asentar, cuestionable, provisional y con mayor o menor grado de certeza. La ciencia es un proceso para reducir la incertidumbre o aumentar la certeza de las evidencias, y puede ser buena, regular o mala. Y esto es algo que ha quedado en evidencia para muchos con esta pandemia. Lo cual es, sin duda, un avance. Estamos asistiendo a un curso en vivo y en directo sobre el método científico y la interpretación de las pruebas, que va llegando con desfases y distorsiones a los distintos públicos, pero va calando en mucha gente.
El caso de la hidroxicloroquina, un conocido tratamiento contra la malaria y otras enfermedades, es muy ilustrativo. Sin tener evidencias clínicas, tan solo hallazgos indirectos de laboratorio de que podía funcionar contra el coronavirus, se empezó a usar en pacientes de covid-19. Aparte del caso singular de Trump, muchos médicos lo han tomado de forma preventiva, tal era la fe de algunos y la general falta de pruebas. Pero estas han ido llegando, primero en grandes estudios observacionales, que empiezan a sugerir algo, aunque todavía sin confirmar nada; y luego, poco a poco, con los resultados de algunos experimentos (ensayos clínicos), que empiezan a aportan evidencias en contra. Así, estamos pasando del no saber si es beneficioso o “ausencia de evidencia” a la “evidencia de ausencia”, esto es, la aparición de pruebas de que el fármaco no es beneficioso para los pacientes con covid-19. Pero el curso de ciencia sobre la pandemia no ha acabado.
El autor: Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
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