Un relato que combina situaciones de la vida médica y reflexiones sobre cómo las personas afrontan el fin de la vida
Profesor Dr. Carlos Spector
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Tengo que darte una muy mala noticia en relación con tu padre, a quien he visto esta mañana en situación sumamente comprometida. Ya eres estudiante universitario de ingeniería y aunque de medicina sabes poco o nada, entenderás bien todo lo que te diga porque usaré palabras sencillas y comprensibles. De allí a que no sufras mucho cuando lo escuches hay una enorme distancia, porque tu reacción emocional dependerá más de lo que sientas que de lo que pienses.
Antes de hablarte sobre el tema principal, que es el desesperante estado de salud de tu papá y la probable mala evolución según la experiencia médica, me ayudaría saber si eres o no creyente, porque si lo fueras, el grado de resignación ante lo irreparable influiría favorablemente en tu estado de ánimo. Depende un poco de que me confirmes lo que me dijo tu hermana, en el sentido de que crees en Dios, para que te describa la situación de una o de otra manera. No quisiera inducirte, por eso recién al final te diré cuál es mi fe para que la confrontes con la tuya en soledad. Tal vez de este modo mi aporte te sirva de algo.
Tu papá ha tenido una nueva hemorragia cerebral; esta vez es masiva. Reconozcamos juntos que no se cuidó para nada y que el espasmo de hace un año no le sirvió de suficiente advertencia. Siguió fumando, echando abundante sal a la comida y hasta aumentó en forma casi descontrolada la cantidad de bebidas alcohólicas. Todo eso estaba prohibido, y se lo dijimos con insistencia. Tu mamá le pedía encarecidamente que se cuidara, pero él no la tomaba en cuenta y hasta disfrutaba con desafiarla. Yo hablé con ella varias veces; entre los dos no pudimos dilucidar si se sentía todopoderoso o si buscaba la fatalidad. Ahora el derrame compromete buena parte del cerebro, en especial la que gobierna los movimientos respiratorios espontáneos.
Si no fuera por el soporte mecánico del respirador artificial no seguiría vivo. En realidad, lo está de modo casi vegetal, y así podría seguir un tiempo mientras el corazón aguante. Pero quiero que sepas que no tenemos esperanza alguna de que recupere la conciencia. Apagar el interruptor de la máquina ha de ser una decisión conjunta, que no te pido adoptar ahora, pero en ella deberás ir pensando para ayudarnos a tomar en el momento oportuno una conducta durísima de la que nos sentimos en gran parte responsables; por eso deberá ser compartida porque no la debemos tomar sin tu consentimiento.
Ahora te pregunto en concreto si tienes fe, si crees que la orden sobre cómo deben ocurrir los hechos viene de más arriba y que nada puedes hacer para modificar los acontecimientos. En tal caso te sentirás más tranquilo porque delegarás sin objeciones el gobierno de los hechos. Además, estarás conforme con aceptar el devenir de las circunstancias y situaciones tal como se van produciendo sin posibilidad de apelación alguna. Ni siquiera podrás recriminar a tu papá el no haberse cuidado como debía, porque creerás que lo hizo obedeciendo en forma tácita designios superiores más allá de su voluntad.
No es este el momento de disquisiciones teológicas, pero me siento autorizado a hablarte y acompañar tu desdicha, porque te vi nacer como médico de cabecera de toda tu familia. Compartí con ustedes alegrías y tristezas, celebraciones y duelos. Por eso ahora me siento comprometido contigo, heredero de esa tribu tan unida, que afrontó adversidades con entereza y siempre se repuso. Que vayas o no a rezar no cambia nada. No has de sufrir menos si eres creyente, pero si lo fueras estarías convencido que debe ser así como ocurren las cosas y entonces te resignarás.
Quiero que sepas que ya no nos queda oportunidad para la lucha ni para oponer resistencia a la enfermedad irreversible. Aquí en la Tierra no podemos hacer nada más. Ahora habrá que decidir cuándo desconectamos la máquina para que la naturaleza haga lo suyo. Puede ser que sientas el alivio de no prolongar una agonía cuyo final es inevitable, o por el contrario te creas el autor de una muerte, aunque ya esté decretada de antemano. No puedo aconsejarte sino solamente hacerte compañía. Si me quieres de cómplice para aliviarte, acepto ese papel.
Ahora me voy porque tengo que atender otros pacientes para quienes sí cuento con recursos para tratarlos y posiblemente curarlos. Si te sirve, antes que me lo preguntes, te digo que yo no creo en seres o entidades sobrenaturales, sino solamente en las fuerzas de la naturaleza y las leyes de la física: la ley de gravedad, el principio de acción y reacción, la expansión de los gases por el aumento de la temperatura. Es posible sin embargo, que cuando me toque atravesar situaciones como la tuya, de nada me sirva apelar a esas leyes y principios; es muy probable que en ese momento me haga creyente fervoroso.
El autor
- Profesor Dr. Carlos Spector
- Cirujano torácico
- Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de UCES
- Profesor Consulto Titular de UBA
- Emérito de la Academia Argentina de Cirugía
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