Fuente: IntraMed y Fundación Esteve
La confianza colectiva en los responsables directos de solucionar los efectos de la pandemia de covid-19 se ha visto seriamente afectada. Tras más de un año de crisis sanitaria global, hay una sensación generalizada –basada ya en muchos datos–de que las cosas se podían haber hecho mucho mejor, principalmente en algunas democracias occidentales. En el foco de esta pérdida de confianza están muchos políticos, pero también muchos científicos que les asesoran, por su imprevisión, falta de reacción a tiempo, distanciamiento de las evidencias científicas, y por haber subestimado la importancia de la confianza y la comunicación transparente.
Cada vez hay más voces que piden una evaluación profunda e independiente de lo que ha fallado en la política y en la gestión de la ciencia, no tanto para buscar culpables como para extraer lecciones que permitan evitar los mismos errores en el futuro y superar esta sensación de fiasco colectivo. En la grieta entre la evidencia científica acumulada y su aplicación hay sin duda muchas respuestas. Mientras se hacen, o no se hacen, estas evaluaciones en los distintos países, Richard Horton, el director de la revista The Lancet, ha adelantado ya una actualización de su primer análisis en forma de libro. En la segunda edición de Covid-19. La catasfrofe: Qué hicimos mal y cómo impedir que vuelva a suceder, recién publicada en español, analiza la fragilidad de nuestras sociedades a la par que los errores cometidos por algunos gobiernos (entre ellos el de España) y las medidas que habría que aplicar para no repetirlos en una próxima pandemia.
“La respuesta de los gobiernos a la covid-19 supone el mayor fracaso político de las democracias occidentales desde la Segunda Guerra Mundial”, escribe Horton. “Los gobiernos tenían la capacidad suficiente para haber evitado esta crisis humana. No lo hicieron”. Entre los errores que han conducido a tantas muertes evitables, el director de The Lancet apunta la falta de liderazgo político y el fiasco en el asesoramiento científico (¿por qué países como EE UU, Reino Unido, Italia, Francia o España, pese a tener destacados científicos, fueron incapaces de aprovechar sus conocimientos para hacer las recomendaciones oportunas?). Y señala también la irresponsabilidad de esperar una pandemia de gripe y no tomar en serio la posibilidad de que apareciera un nuevo SARS, la falta de preparación sanitaria, la respuesta tardía y errores graves en la comunicación.
Generar confianza es clave para diseminar ideas, como muestran algunos modelos de comunicación
Ya tras el primer confinamiento en la “primavera silenciosa” de 2020, una de las lecciones claras que se podían sacar, en opinión de Horton, era que los gobiernos necesitan generar confianza en la gente mediante una comunicación clara y transparente, pero pocos lo han conseguido. Generar confianza es clave para diseminar ideas, como muestran algunos modelos de comunicación. Pero los mensajes escasos y tardíos, las indicaciones confusas y, a veces, contradictorias, cuando no engañosas (el caso de Donald Trump es paradigmático), han socavado la confianza de la gente en la capacidad de dar respuesta a un desafío como este.
La necesaria evaluación que tienen que hacer los países podría esclarecer por qué los gobiernos no fueron capaces de dar una respuesta eficaz. Horton afirma que el cúmulo de errores constituye un “ejemplo extremo de negligencia del Estado”. Obviamente, no todo se ha hecho mal, ni siquiera en los países donde las cosas se han hecho peor, pero el sentimiento global de vulnerabilidad colectiva ha dañado la confianza en la política y en los mecanismos para aplicar de forma oportuna el conocimiento. Horton cree que la crisis de la covid-19 puede cambiar para bien las sociedades, los gobiernos, la medicina y la ciencia. Para ello, bien se podría empezar por exigir una comunicación basada en la evidencia y en la transparencia que aumente la confianza de la gente.
El autor:
Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
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