miércoles, 29 de abril de 2020

Tos, estornudos y gérmenes propulsados ​​por chorro: dos películas de servicio público de Richard Massingham (1945)


En un momento en que la propagación de la enfermedad está en la mente de todos y los gobiernos de todo el mundo buscan educar al público sobre cómo ayudar a contener el Coronavirus a través de PSA de lavado de manos de todo tipo , pensamos que es una buena oportunidad para destacar dos breves e inolvidables y misericordiosamente divertidas películas de servicio público realizadas en 1945 y 1948, respectivamente. Mientras que los anuncios de servicio público de hoy en día provienen principalmente de nuestras redes sociales y a través de anuncios de televisión, estos "trailers" informativos se mostraron antes o entre las principales características del cine local, informando al público sobre todo, desde la importancia del racionamiento en tiempos de guerra hasta la publicación posterior. Trabajos de guerra del nuevo Sistema Nacional de Salud.
La primera película presentada aquí, Tos y estornudos de 1945, comienza con un montaje cómico de bromas prácticas. "Es posible que hayas conocido a algunas personas a las que les gusta hacer este tipo de cosas", dice el narrador, mientras vemos a una serie de personas golpearse la cabeza, tropezar o caerse de cabeza; "Son una molestia, estoy de acuerdo, pero son bastante inofensivos". La escena se convierte en otro tipo de molestia, que no es inofensiva en absoluto: un hombre que estornuda sin cubrirse la boca. Este peligro para la sociedad es llevado rápidamente a una habitación para recibir instrucciones sobre el uso adecuado de su pañuelo y, en una película de seguimiento, Don't Spread Germs (Jet-Propelled Germs) de 1948, más instrucciones sobre cómo limpiar adecuadamente su pañuelo - en un recipiente con desinfectante separado del lavado familiar.
El director y la estrella de estas dos películas es Richard Massingham (1898–1953), un exoficial médico en el London Fever Hospital (e hipocondríaco) que mostró un talento autodidacta en gran medida desde 1933, cuando él hizo una película sobre el hospital donde trabajaba. Siguieron otras películas, sobre un terrible viaje al dentista, entre otros temas. Saltó a la fama durante los años de guerra con películas respaldadas por el gobierno como The Five-Inch Bather (1942) , que apoyó alegremente la recomendación del departamento de guerra de bañarse en no más de cinco pulgadas de agua con imágenes de elefantes, gatitos y Massingham él mismo, bañándose con alegría infantil. Después de la guerra, también, continuó promoviendo la buena higiene y el buen sentido, no solo en los gérmenes propulsados ​​por chorropero en el maravillosamente surrealista Watch Your Meters (1947) .
Como hipocondríaco y médico, a Massingham obviamente le apasionaban los temas que promovían la salud pública. Entonces, en honor a su vida y trabajo, recuerde: "¡la tos y los estornudos transmiten enfermedades!" ¡Quédate bien y cuídate!

martes, 28 de abril de 2020

En recuerdo de Marcos Mundstock



Marcos Mundstock, fotografiado en 2007.Marcos Mundstock, fotografiado en 2007.JUAN MABROMATA / AFP
DANI ALÉS
El País: https://elpais.com/cultura/2020-04-24/reimos-pese-a-todo-en-recuerdo-de-marcos-mundstock.html?utm_source=Facebook&ssm=FB_CM&fbclid=IwAR0PqwIGD1fvzVYNqy2quQDOS3_3XEEDeJIVNfFiDXxShBC9F5oAWLVg6kM#Echobox=1587759017

Miembro fundador de Les Luthiers (1967), Marcos Mundstock formaba con Daniel Rabinovich un dúo que, al actuar, guardaba una relación con el resto del grupo similar a la de un diamante con el anillo de oro al que se engarza. Con ellos uno nunca sabe qué admirar más, si la calidad de su comedia, o la de su música. Como sucede, a veces, con las grandes obras artísticas, sus creaciones son inclasificables, con lo incómodo que es eso a la hora de otorgar un premio Max, un Grammy, o el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
No sé si la profesión de su padre (relojero) influyó en su precisión con el lenguaje. Debemos al teórico del “diptongonante” algunos de los más impresionantes malabares idiomáticos, con los que hizo reír a su estimado público (estimado en unas ochocientas personas, por lo visto). Como el mejor Quevedo, retorcía las palabras en forma y sentido, jugaba con la confusión y el equívoco, sugería la ambigüedad, dominaba el calambur y la litote. En un vídeo formidable con el que participó a distancia en el Congreso Internacional de la Lengua de 2019, además de plantear a la RAE una serie de sugerencias sublimes para enmendar ciertas imprecisiones del castellano (como bien señaló su amigo Álex Grijelmo), presentaba palabras nuevas como cinecólogo, médico de actrices de Hollywood, que podían llegar a sufrir actritis. Aficionado a la etimología, nos enseñó que un suicida no es el que mata a un suizo, sino alguien que se quita la vida “a sui mismo”, o que la musa de los escarabajos es la escaramusa [sic]. Pero su erudición iba más allá del español, aunque no vamos a extendernos aquí en su dominio del inglés, pues “time is money”, ya saben: “el tiempo es un maní”.
Como Borges, como Maradona, como Federico Lupi, nos hizo enamorarnos de Argentina. Sus actuaciones han sido pieza clave en la educación humorística de innumerables espectadores que las fuimos descubriendo en cintas de casete
Su ascendencia judía no le impidió asomarse a la hagiografía de san Ictícora de los Peces, distinguir entre los grandes adeptos al Islam (los "muy sulmanes"), y los que solo seguían en parte los preceptos de Mahoma (los "mahomenos"), o dar a conocer la secta del telepredicador Warren Sánchez (secta, porque antes había fundado otras cinco). Sin él, nunca habríamos sabido que la oración se compone de sujeto y predicado porque "nunca se ha sentido mejor sujeto que cuando ha predicado".
Ha caído la mejor barba de la comedia de guante blanco, el biógrafo de Manuel Darío, de D. Rodrigo Díaz de Carreras, de Oblongo 'Ngue, de Cantalicio Luna, de Kathy, la reina del saloon (Kathy reina, por un poquito no lo fue). Escipión, el político corrupto de las himnovaciones, el inolvidable presentador de "Entreteniciencia familiar", el tipo que mejor improvisó jamás la vida del célebre compositor Lajos Himrenhazy, el cual cuando nació fue el menor. El pirata modisto de "Las majas del bergantín", aquella obra de marineros inspirada en la vida de un leñador que vivía solo con su loro: la adaptación no fue fácil.
Como Borges, como Maradona, como Federico Lupi, nos hizo enamorarnos de Argentina. Sus actuaciones han sido pieza clave en la educación humorística de innumerables espectadores que las fuimos descubriendo en cintas de casete, cedés, algún VHS, los carísimos DVD que intentábamos coleccionar, o, últimamente, los vídeos subidos a la red, que acumulan millones de visitas. Dicen que un artista bueno es inimitable, pero cuando es excelente se vuelve canónico, referencial y, por tanto, imitadísimo: ¿cuántas y cuántas veces habrán sido versionadas por sus seguidores?
Cervantes se inventó a Don Quijote, igual que Marcos Mundstock a Johan Sebastian Mastropiero. Los dos entendieron la vida desde una mirada "lúdica y lúcida", como defendió el argentino al recibir el Princesa de Asturias, desde la risa, la parodia y el cambio de perspectiva. Los dos han hecho mejor la vida de mucha gente que nunca conocerán. Los dos murieron el mismo día, pero de distinto año.
Decía Alejandro Dolina que Les Luthiers es la prueba de que para triunfar no es obligatorio ser estúpido. Poco reconforta tanto como encontrar un humorista cuyas bromas nacen de la lectura sutil de códigos paralelos, de la elipsis, la ironía y lo implícito. En definitiva: de la inteligencia.
Después de matarnos de la risa, ha muerto Marcos Mundstock, un referente y un estímulo para todos los que nos reímos en español, y lo ha hecho en plena pandemia. No sabemos si se ha ido dentro de un bajo barriltono o montado en mandocleta. Ahora que toca el ritual de revisitar algunos vídeos, nos reímos pese a todo, bajo la mascarilla.
Dani Alés es cómico de ‘stand-up’ y doctor en Literatura.

lunes, 27 de abril de 2020

Pandemias y el gran desajuste evolutivo

G. Dezecache, C.Frith y O.Deroy Fuente: Cell Press
http://doi.org/10.1016/j.cub.2020.04.010  Pandemics and the great evolutionary mismatch
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=95969&fuente=inews&utm_source=inews&uid=520577
 
La actual crisis de covid-19 está reabriendo algunas de las preguntas centrales de la psicología: ¿cómo se comportan los humanos en respuesta a la amenaza? ¿Se les puede instar a comportarse de manera diferente? El pánico y el comportamiento egoísta generalmente se consideran las respuestas frecuentes al peligro percibido. Sin embargo, las personas se vinculan y buscan contacto social aún más cuando están expuestas a una amenaza. Estas inclinaciones podrían haber sido adaptativas en nuestro pasado evolutivo. Son nuestro problema más serio ahora.

Introducción
¿Qué hacen los humanos ante una amenaza colectiva?
Esta es una pregunta central para la psicología y es de gran interés práctico para la pandemia de covid-19. Los autores, dicen, podrían simplemente retirarse a la 'seguridad' de sus torres de marfil y dejar que todos los demás se preocupen, pero el hecho de tener un fuerte impulso para hacer algo cuenta una historia muy diferente de la que aún domina las ciencias sociales y psicológicas y medios de comunicación: la idea de que el peligro saca lo peor de nosotros -pánico, comportamiento antisocial y competencia feroz por los recursos materiales y físicos-.
La transgresión moral y el abandono de las normas sociales a veces pueden ocurrir y ciertamente colorean la imaginación pública, pero este comportamiento tiende a ser raro.
Los estudios sociológicos y psicológicos muestran que, bajo estrés, las personas con frecuencia permanecen tranquilas y cooperativas. Lo que se da más, en lugar de la evitación egoísta, es la cooperación y la búsqueda de contactos, que son nuestras respuestas principales a la amenaza. Lo que aumenta en tiempos de ansiedad y amenaza no es un impulso para ayudarse a uno mismo a toda costa, sino un impulso intuitivo para ayudar a los demás. La desafortunada consecuencia es que, en respuesta a la amenaza actual deseamos contacto social, particularmente con los seres queridos y los más vulnerables.

Pandemias y la narrativa del "colapso del orden social"
Al describir el comportamiento de las personas que viven en países afectados por la propagación de COVID-19, los medios de comunicación adoptaron rápidamente una visión "hobbesiana" de la naturaleza humana. Esta es la expectativa de que la exposición a la amenaza hace que las personas abandonen las sutilezas sociales y, al ser naturalmente rivales, vuelvan a caer en la "brutalidad y miseria". Los principales periódicos informan de pánico, con gente corriendo a las tiendas para recoger máscaras, desinfectantes para manos y alimentos.
Esos comportamientos son habitualmente calificados como irracionales: ¿por qué apresurarse a comprar alimentos cuando se nos dice que no habrá escasez? Los autores no dudan de que los humanos pueden ser irracionales. Sin embargo, a nivel individual, ¿es racional acumular alimentos y papel higiénico cuando se nos dice que tendremos que quedarnos en casa por un tiempo indefinido?
No es que no confiemos en los políticos, pero estamos en lo cierto al no estar seguros acerca de la capacidad de recuperación de las instituciones y el contrato social en general, ante una amenaza sin precedentes, desconocida y creciente. Del mismo modo, es perfectamente racional, a nivel individual, correr hacia las salidas cuando el edificio está en llamas. Sin embargo, estas decisiones racionales auto-orientadas son sobre las que tenemos que reflexionar conscientemente. Nuestras respuestas intuitivas iniciales son, por el contrario, cooperativas.
En circunstancias que amenazan la vida real, las personas no se toman el tiempo y deliberan fríamente sobre qué comportamiento se adaptaría mejor a su propio interés, es decir, dejar a otros atrás y, metafóricamente, correr hacia la salida con suficiente comida (y papel higiénico). Por el contrario, las personas buscan contacto social. Se controlan entre sí, e incluso respetan o reinventan las normas sociales, con contenido moral o altruista.
En un trabajo reciente, vimos cómo se comportaba la gente en un teatro bajo ataque terrorista. Donde podríamos haber esperado un pánico y una estampida generalizados, descubrimos que las personas formaban colas para salir a una salida de emergencia, mientras que algunos incluso tenían sesiones de votación para decidir colectivamente la mejor manera de mantenerse a salvo.
La llegada de COVID-19 se enfrenta con inercia y placidez, en lugar de pánico masivo. La población francesa fue (y sigue siendo) criticada por sus propias autoridades por su laxitud y despreocupación. Hace algunas semanas, los franceses continuaron reuniéndose en terrazas de bares y rompieron las reglas obvias de distanciamiento social.
El estado alemán de Baviera tomó medidas de confinamiento más estrictas el 21 de marzo, luego de descubrir que muchas personas, a pesar de las instrucciones explícitas de mantenerse alejadas de los demás, todavía se reunían en grupos como si nada hubiera cambiado. Violaciones similares de consejos oficiales están ocurriendo en todas partes.
Una alternativa a la acusación de que las personas son irracionales e irresponsables es la que las personas ignoran la amenaza. Los autores sugieren que conocer la amenaza es perfectamente compatible con buscar compañía de amigos y seres queridos. Estar con los demás y obtener -pero también brindar- apoyo social es la forma en que enfrentamos el estrés. La amenaza creciente solo es probable que refuerce esta inclinación social.

Asociación y búsqueda de contactos como respuestas centrales al peligro percibido
La asociación y la búsqueda de contacto físico son respuestas centrales al peligro.
Incluso en ausencia de amenaza, el distanciamiento espacial no es natural. En circunstancias normales, se espera una distancia de alrededor de 1 metro al interactuar con amigos y conocidos. Los humanos, como otros primates, se mantienen cerca de otros para crear y mantener lazos sociales. La búsqueda de contactos puede ser un impulso "natural" que está integrado en nuestra fisiología. El contacto social contribuye a la regulación fisiológica de las respuestas del cuerpo a estresores agudos y otros desafíos a corto plazo.
El apoyo social cercano no es un extra para obtener recompensas adicionales, constituye nuestro punto de partida. Nuestros cerebros no responden positivamente a su presencia, sino negativamente a su pérdida. Las personas pueden anhelar señales sociales al igual que anhelan comida. Las implicaciones políticas de décadas de investigación en neurociencia social son claras, pero se ignoran ampliamente: pedirles a las personas que renuncien al contacto social no es solo pedirles que se abstengan de realizar actividades placenteras. Les está pidiendo que diverjan de un punto de equilibrio, hacia el cual normalmente todos gravitan.
En contextos amenazantes, nuestras tendencias asociativas y nuestro deseo de buscar contacto físico se vuelven más fuertes. Las personas que sienten miedo, estrés y amenazas no solo buscan contacto social: buscan aún más contacto social.
La investigación sobre desastres ha demostrado que la búsqueda de contacto es la respuesta primaria al peligro percibido, en lugar de distanciarse, incluso si esto último es más seguro. Cuando sabemos que hay algo que perder, en lugar de ganar, somos más propensos a unirnos a otros, tanto para disipar el estrés como para reducir nuestros sentimientos de responsabilidad.
Estas tendencias se centrarían preferentemente en personas que ya están familiarizadas. En su ausencia, las personas buscarán lugares familiares asociados con los cercanos. Es esto, quizás, lo que explica los movimientos de masas antes de que se proclamen las reglas de confinamiento. También es posible que grupos ad hoc emerjan desde cero cuando surge una amenaza, emergiendo de un sentimiento de "destino común". El éxodo alejado de los centros urbanos densos ha ocurrido en varios países y ha sido criticado por sus consecuencias epidemiológicas potencialmente desastrosas.

¿Quién es el "nosotros" en "nosotros estamos juntos en esto"?
Que exista una amenaza no significa que se perciba como tal, lo mismo se aplica a su gravedad. Las personas pueden dar credibilidad a fuentes que no sean oficiales, y subestimar la amenaza, pero no son crédulos, y es probable que el peligro los haga aún más vigilantes. Muchos de nosotros claramente creemos que existe una amenaza, pero no la percibimos como una amenaza colectiva que nos afecta directamente a "nosotros".
Un problema importante es que las enfermedades son en gran medida invisibles, particularmente las enfermedades (como COVID-19) que permanecen asintomáticas en una gran parte de la población. Esta imperceptibilidad significa que ni siquiera se detecta, y mucho menos se reconoce como una amenaza colectiva.
Por lo tanto, los mecanismos de evitación defensiva asociados con el miedo y el asco no funcionarán.
Del mismo modo, nuestras tendencias sociales simplemente continúan, ya que, en ausencia de síntomas, no percibimos que podamos portar la infección. Incluso si creemos que la amenaza está muy extendida en nuestro propio grupo, las implicaciones para uno mismo son desafiantes. Reconocer que es probable que uno se convierta en una amenaza mortal para los demás es incongruente con nuestra propia imagen, lo que lleva a la disonancia y la negación del peligro.
Sin embargo, existe un segundo problema: una amenaza derivada de la infección, en sociedades con sistemas de salud que funcionan de manera óptima, puede detectarse y, sin embargo, reconocerse como grave solo para una pequeña fracción de la población. A menos que consideremos que pertenecemos a esa fracción, la amenaza no puede interpretarse como colectiva: son ellos, no nosotros. Una amenaza que permanece invisible, y se cree que se aplica solo a algunas personas, es diferente a otras amenazas (depredadores, enemigos o huracanes) que claramente amenazan a todos en un lugar determinado.
Se necesita más que proximidad física y co-vulnerabilidad para que una amenaza sea reconocida como colectiva. Se requiere cierta comprensión real o potencial de los aspectos de la amenaza que todos compartimos, en un colectivo: nosotros. Una vez anclados en la idea de que afecta a una pequeña fracción de personas, ya sea diferente o igual que nosotros, es probable que las personas pierdan lo que significa el crecimiento exponencial.
Además, las poblaciones en las que las personas se consideran a sí mismas como "personas independientes" podrían ser más propensas a minimizar la gravedad del problema, ya que tendrán mayores problemas para imaginar que la amenaza en realidad se volvería peligrosa para sus seres queridos o afectaría a la sociedad como un todo.
En las sociedades y poblaciones donde prevalece un modelo 'colectivo' de sí mismas (es decir, las personas se piensan como 'miembros de un grupo' y como socialmente interdependientes), esto podría ser al revés: en tales poblaciones es probable que se promueva el surgimiento de normas colectivas y las cumplan.
Desafortunadamente, en muchos países al menos, no existen normas culturales claras establecidas para el comportamiento frente a epidemias masivas, y mucho menos para una global. Con toda probabilidad, el desajuste entre nuestra percepción errónea de la gravedad de la amenaza y sus consecuencias es probable que se vuelva aún más destructivo en áreas urbanas densas en las que el aislamiento social es un bien costoso.

La asociación y la búsqueda de contacto como nuestro mayor problema actual
Los patógenos y los virus son viejos problemas evolutivos: muchos organismos evitan los contaminantes y las personas infectadas, y las propias personas infectadas también pueden buscar el aislamiento, deteniendo la propagación del virus. Los humanos también estamos equipados con mecanismos (por ejemplo, disgusto) para evitar posibles contaminantes y evitar que nos infectemos.
Muchos estudios, desde casos sensoriales hasta casos más abstractos de disgusto, sugieren que este mecanismo es muy conservador. Por ejemplo, una intoxicación alimentaria genera respuestas aversivas duraderas a la misma comida, así como respuestas similares.
Entonces, ¿por qué no nos evitamos en tiempos de infecciones?
Esto se debe a que nuestros mecanismos para evitar infecciones están abrumados por un impulso mucho más fuerte para asociarse y buscar contacto cercano.
A medida que un número creciente de países imponen o recomiendan el aislamiento en respuesta a la propagación de COVID-19, es importante reflexionar sobre los desafíos particulares a los que pueden conducir estas recomendaciones y las soluciones para abordarlos. Nuestros antojos sociales, reales o anticipados, pueden tener consecuencias mortales, pero también hay un aspecto cada vez más optimista de la historia.
Cada vez hay más pruebas de que la amenaza colectiva nos hace más solidarios y cooperativos socialmente, pero ahora podemos llegar -virtualmente, pero no por ello menos significativamente- a vecinos, parientes lejanos o incluso beneficiarios anónimos en las redes sociales.
Políticamente, esto significa que el acceso a Internet y la comunicación es una prioridad, especialmente cuando los más vulnerables coinciden con los menos conectados tecnológicamente. ¿Cuáles serán los efectos de este cambio a largo plazo a Internet? Estamos en medio de un masivo "experimento" que explora si nuestros cerebros y cuerpos pueden funcionar sin proximidad física. Lo que obtengamos de esta situación especial es tan importante como cómo y cuánto tiempo podemos enfrentarlo.
  • En resumen, los autores argumentan que la asociación y la búsqueda de contactos son respuestas clave al peligro.
     
  • Es probable que estas tendencias sociales naturales obstaculicen la observancia del distanciamiento físico durante la pandemia actual.
     
  • El acceso universal a internet ha sido discutido como fundamental para la libertad de expresión. Aquí también se convierte en una medida de salud pública.

domingo, 26 de abril de 2020

Víctor Hugo. ¿Poniendo Viejo?

Resultado de imagen de Victor Hugo
- _Te estás volviendo viejo_ -me dijeron-, _has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario_.
No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio.
He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad .
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías .
He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas, y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.
Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente.
Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.
No, no me estoy poniendo viejo.
Llevo en el alma lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre .
Llevo en las manos la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables para aquellos que sólo buscan la frivolidad de lo material.
Llevo en mi rostro la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar.
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado .
Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.
No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.
No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento.
No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.
No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.

viernes, 24 de abril de 2020

Nuestro hogar en peligro


Ahora que tenemos tiempo, un documental que todos deberíamos ver y hacer conciencia sobre las agresiones que estamos haciendo a nuestro planeta 

jueves, 23 de abril de 2020

La fuerza de lo pequeño

Patricia Aguirre 
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=95960&fuente=inews&utm_source=inews&uid=520577
En estos tiempos de coronavirus, distanciamiento y angustia, reflexionar sobre la enfermedad y la cultura tal vez nos permita enfrentar mejor esta epidemia (que por difundirse a través del globo se califica de pandemia) y las que sin duda van a venir, de seguir viviendo como vivimos y pensando como pensamos.
Debemos comenzar señalando que la aparición de epidemias solo empieza con las sociedades aldeanas y agrícolas, cuando la cantidad de población es tal que el contacto estrecho entre las personas con las condiciones precarias de higiene de hace 10.000 años, la contaminación de los acuíferos por su utilización múltiple (higiene, bebida, producción) la alimentación basada en granos y la estrecha relación con los animales en proceso de domesticación, y por lo tanto de selección artificial, expusieron a las poblaciones humanas a enfermedades propias de los animales.

No es que los cazadores recolectores no hubieran tenido enfermedades, algunas propias de los ambientes que habitaban, sino que estas no toman forma epidémica.  Estas varían con la cultura, el medio ambiente y la edad. Con el medio ambiente porque aquellas asociadas a gusanos (tenia, anquilostoma) y a los protozoos que tienen como vectores a insectos (el mosquito anopheles en la malaria y la mosca tse-tse en la enfermedad del sueño o tripanosomiasis africana)[U1] , son un problema en los trópicos y no en climas polares donde los vectores no sobreviven al frío.  Varían con la edad porque en general las enfermedades infecciosas y las parasitosis son más importantes en la infancia aunque también infecten a los adultos.
A medida que avanza la edad aparecen enfermedades degenerativas en huesos y articulaciones como artritis, osteoartritis, osteoporosis, también desgaste dental, y fracturas por accidentes (ya que el estilo de vida demanda más esfuerzo físico y los expone a accidentes mucho más que el actual). Todas las enfermedades crónicas no transmisibles, principales responsables de incapacidad y muerte en las sociedades de mercado son desconocidas o muy poco habituales en las sociedades cazadoras-recolectoras. Fueron inexistentes hasta el contacto con poblaciones urbanas: difteria, gripe, sarampión, paperas, tos ferina, rubeola, viruela y fiebre tifoidea. En cambio, las fiebres transmitidas por artrópodos, diarrea, enfermedades gastrointestinales, respiratorias e infecciones de la piel fueron y son comunes en estos grupos.

Las características de las enfermedades infecciosas que aquejan a los cazadores-recolectores tienen que ver con la baja densidad demográfica de los grupos así que son crónicas o se propagan de manera intermitente, a diferencia de las enfermedades epidémicas o de masas que son propias de poblaciones numerosas y sedentarias. La mayoría de las infecciosas que enferman a los cazadores-recolectores tienen agentes que son compartidos por humanos y animales (como el virus de la fiebre amarilla que se transmite de los monos infectados a los humanos a través de mosquitos silvestres que pican ambas poblaciones). O tienen agentes capaces de perpetuarse en el ambiente (como el Clostridium tetanis, causante del tétanos, que sobrevive en el suelo, agua, heces o dientes de animales o el Clostridium botulinum, causante del botulismo, que sobrevive en suelo, agua y alimentos). En esto incide que la mayor parte de las veces las fuentes de agua se usan indistintamente para beber, higienizarse y cocinar, de manera que las reservas de agua se constituyen en un vehículo importante de infección.

Muchas de sus enfermedades no son agudas sino crónicas (espondilitis anquilosante) o tienen reducida probabilidad de transmisión como la lepra (mal de Hansen) y el pian (Frambesia tropical). Creo que lo mas importante es que son enfermedades que una vez que se padecieron no confieren inmunidad permanente, de manera que la misma persona puede volver a infectarse. Estas cuatro razones implican que estas enfermedades se pueden mantener en poblaciones pequeñas infectando a los mismos sujetos una y otra vez, a partir de reservas en el medio o en enfermos crónicos.
La epidemias, como las conocemos, aparecen en poblaciones mayores, asentadas y hacinadas en aldeas o pueblos que usan indistintamente sus fuentes de agua para higienizarse, para cocinar y beber o para producir y sobre todo son poblaciones alimentadas mayormente con granos o tubérculos ricos en almidón y con poca diversidad.
En estos ambientes donde las poblaciones humanas y animales estaban en contacto muy estrecho por el proceso de domesticación, algunas zoonosis pasaron la barrera de las especies y permitieron que los microbios surgidos de los animales se adaptaran a los humanos y evolucionaran hasta volverse patógenos. Algunos de ellos no son particularmente nocivos en los animales que han convivido con ellos desde hace milenios y por eso han logrado desarrollar cierta resistencia. Pero se hacen mortales cuando les damos oportunidad de colonizar nuestros cuerpos y evolucionar y adaptarse. En el pasado además de su carne y su leche las vacas nos pasaron el sarampión y la tuberculosis, los cerdos la tos ferina y los patos la gripe. Pero esta es solo la historia del agente.
Mayor cantidad de población, alimentación poco densa, agua contaminada y animales domesticados fue el combo explosivo que convirtió a las enfermedades en epidemias
Los humanos como huéspedes inesperados para esta vida microscópica solo fuimos tales cuando empezamos a crear pequeños ecosistemas (parcelas) con la ilusión de controlar la producción de alimentos y superar la escasez estacional y de mediano plazo. Claro que para esto hubo que destruir hábitat salvajes para extender los cultivos. La intensificación de la producción que trajo la agricultura y la acumulación de excedentes (ya sea en cuatro patas como los pastores o en granos como los agricultores) permitió que la población se agregara en aldeas y pueblos y que sobrevivieran más niños alimentados con papillas de cereal, y que las mujeres pudieran sostener embarazos sucesivos (y sobrevivir ambos).
Mayor cantidad de población, alimentación poco densa, agua contaminada y animales domesticados fue el combo explosivo que convirtió a las enfermedades en epidemias, estas asolaban las poblaciones regularmente (cuando crecía el número de susceptibles y/o cuando un nuevo agente arribaba al poblado).
Aunque fue el hambre la principal epidemia que asoló a la humanidad desde entonces, tanto por causas naturales (inundaciones, sequías, insectos) como políticas (impuestos, guerras, levas forzosas) la capacidad de comer en el futuro siempre estaba en entredicho de manera que sin exagerar se puede decir que desde la “invención” de la agricultura la humanidad vivió en sociedades de restricción calórica, alternando períodos de abundancia ( las vacas gordas de Josué) y de escases (las vacas flacas). Acumulación, apropiación de los excedentes y distintas formas de distribución fueron las formas mas o menos creativas que encontramos para paliar el hambre (antes que de las mayorías, de las minorías!). Y como una población desnutrida es una población inmuno-deprimida (el sistema inmunológico humano ésta formado de proteínas, justamente los alimentos más caros (ya sea desde la energía puesta en producirlos ya sea vistos desde el tiempo que se tarda en hacerlo) tanto ahora como en el pasado, la posibilidad de resistir las enfermedades estuvo muy limitada.

Con el transporte de especies posterior a la expansión colonial europea las epidemias arrasan continentes enteros, la guerra bacteriológica que se libró en América para desgracia de los pueblos originarios (todos susceptibles no expuestos a las enfermedades) eliminó el 90% de la población en los primeros 100 años de contacto y permitió la destrucción y el sometimiento de multitud de culturas. No solo en América la destrucción del hábitat y la cultura originaria abrió el camino a las epidemias. En África, además del desangramiento que representaron 300 años de esclavitud, la destrucción del hábitat y el contacto con la fauna salvaje permitió que un lentivirus alojado en los macacos del Congo perfeccionara durante 300 años su adaptación al cuerpo humano convirtiéndose en el HIV. En Asia la extensión de los campos de arroz de inundación explotados por las compañías británicas hizo que evolucionara un  pequeño habitante de esas aguas salobres transformándose en el cólera que por lo menos ha sido responsable de 7 epidemias, llevado a todo el mundo por los barcos de su graciosa majestad.
Hoy día, cuando los consumos conspicuos de los habitantes de las megaciudades braman por cada vez más mercancías, sean alimentos o computadoras, la mercantilización de la naturaleza ha permitido que más y más hábitat sean destruidos y  su regalo envenenado (ese que el mercado no quiere ver porque no piensa en términos de sistema sino de ganancias) es que estamos -más que nunca- en contacto con animales (domesticados y salvajes) y sus enfermedades. Solo que la velocidad de la comunicación, ya sea de mercancías o personas es tal que aquello que en otro tiempo podía ser un fenómeno local ….hoy tiene chances de difundirse y convertirse en pandemia.
La destrucción de todos los ecosistemas naturales por la extensión de los cultivos, acerca los animales salvajes a los humanos, ya sea porque ambas poblaciones compiten por el mismo espacio, ya sea que los animales salvajes invadan otras áreas por su desplazamiento forzoso (los mapaches y los murciélagos se han adaptado bastante bien a las ciudades ante la destrucción de sus forestas). Si bien los animales de caza siempre fueron comida para los pueblos con que compartían su hábitat, hoy hay un sofisticado mercado de carne de caza para paladares gourmet que los lleva, con sus microbios, a miles de km de su origen, aumentando el riesgo de propagación de un patógeno.

Pero quizás la mayor fuente de enfermedades es el sistema de crianza “industrial” de los animales destinados a nuestra comida. Miles de animales ya sean pollos, cerdos, vacas, son hacinados, alimentados permanentemente, mantenidos en condiciones antihigiénicas y para evitar la dispersión de las lógicas enfermedades que se esperan de estas condiciones de vida, deben ser medicados “preventivamente” con las mismas medicinas diseñadas para los humanos. El resultado ha sido provocar una evolución artificial de las bacterias hasta hacerlas resistentes a los fármacos con que se las medican. Gripe aviaria y gripe porcina que aparecieron en este tipo de establecimientos y tienen su origen en este tipo de procesos de hacinamiento, medicalización, contaminación y mutación de patógenos.

Las montañas de caca del ganado estabulado contaminan aguas y tierra y brindan a los microbios animales ocasiones inmejorables de pasar a la población humana. Una adaptación de la bacteria Escherichia coli, apareció en los feed-lots de USA en los 90 hoy infecta los rodeos de todo el mundo, con la característica que para las vacas no es letal como ocurre en cambio con nuestros niños (síndrome urémico hemolítico) al comer su carne mal cocida (a menos de 70 grados, rosada, jugosa como es la costumbre en las cocinas de múltiples países).
Necesitamos otra lógica para parar la epidemia…..y para que no vengan otras.
La primera epidemia que debemos frenar es la epidemia de destrucción de la biodiversidad (que acerca especies antes profundamente distanciadas de los humanos en sus ambientes naturales hoy colonizados por la industria). Debemos cambiar los patrones de consumo conspicuo, que estimulan la producción de mercaderías innecesarias vendidas como necesidades imprescindibles. Esta economía nos condena al convertir el planeta en un gran proveedor de materia prima, y no es solo eso, no necesariamente debemos verlo así: es nuestra casa, la única que tenemos. Aunque algunos soñadores están queriendo colonizar otros planetas el que tenemos que conservar es éste….y si queremos salir de viaje a las estrellas, bien, pero huir de aquí porque hicimos nuestra atmósfera irrespirable, nuestra agua inbebible y nuestra tierra inhabitable…..no me parece una buena justificación.

Debemos modificar nuestra manera de pensar: somos parte de un sistema y hoy tenemos (creo que todavía tenemos) la oportunidad de cambiar este mundo, buscando como los médicos Griegos: “no dañar”. Hoy la agroecología, el consumo responsable, el comercio justo son algunas de las innumerables alternativas a la lógica mercantil que solo prioriza los pesos y centavos y en función de esta jerarquía está destruyendo la vida.

Esta epidemia, como las anteriores, fueron repetidamente anunciadas (desde científicos a directores de Hollywood), pero la inercia de la concentración del capital sobre la dinámica de la vida nos está sometiendo no solo a tasas altísimas de sufrimiento innecesario, ahora está en peligro la vida misma. Si fuera asi seríamos la única especie que eligió suicidarse antes que eliminar el bolsillo de su ropa.

Patricia Aguirre es Doctora en Ciencias Antropológicas. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Se desempeña como antropóloga del Departamento de Nutrición en la Dirección Nacional de Maternidad e Infancia del Ministerio de Salud y Ambiente. Es profesora del Curso de Posgrado en Antropología Alimentaria IDAES y de Antropología y Políticas Alimentarias de FLACSO  y además en el Seminario de Antropología Alimentaria y Pobreza. Carrera de Antropología. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.

miércoles, 22 de abril de 2020

Marcos Mundstock de Les Luthiers,

Tenía 77 años. Y desde febrero de 2019 enfrentaba un cáncer. Aquí, el repaso de una carrera como pocas: su infancia en Santa Fe, el vaso en la frente que le rompió Nacha Guevara, el origen de “Johann Sebastian Mastropiero” y sus límites en el humor
Hoy 22 de abril de 2020, se apagó la risa. Porque el humorista Marcos Mundstock, uno de los más brillantes de su generación, murió en la mañana de este miércoles, a los 77 años, en su casa de Buenos Aires. “Después de más de un año de lidiar con un problema de salud que se tornó irreversible, nuestro compañero y amigo finalmente partió”, dice el comunicado oficial difundido por Les Luthiers.
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En enero pasado se había anunciado que el artista se mantendría alejado de los escenarios a lo largo de todo el año. "Su prioridad para los próximos meses será guardar reposo, seguir adelante con su tratamiento y realizar, posteriormente, el debido proceso de rehabilitación”, se informó por entonces.
Si bien su voz de bajo fue marca registrada del grupo con el cual dejó una huella imborrable, Mundstock actuó en cine y en televisión, pero en ningún otro lugar fue más feliz que en el escenario que con sus compinches de toda la vida.
La historia de los Mundstock es una de las tantas historias de esos inmigrantes que terminaron de configurar la Argentina durante el período de entreguerras. Su padre, de origen judío asquenazi y de oficio de relojero, llegó en 1930 al puerto de Rosario procedente de Rava Ruska, una ciudad ucraniana en aquel entonces bajo órbita polaca. Unos años antes había venido su mamá, quien se instaló en Santa Fe. Un conocido los puso en contacto y se casaron en Rosario, donde nació su hermana. Años después volvieron a Santa Fe, y allí nació Marcos, un 25 de mayo del año 1942.
Fue a orillas del Paraná donde el pequeño Marcos hizo su primer chiste. Por la calle pasaba un camión que trasladaba cueros, y le comentó a su hermana: “Ahí llevan a los cueros para fabricar vacas”. La frase encerraba la picardía que lo acompañaría toda su vida.
 
La búsqueda de un horizonte mejor llevó en 1949 a los Mundstock a Buenos Aires, donde un familiar les hizo lugar en su departamento en el barrio de Once. Como primera generación de argentinos nativos, en Marcos convivían el idish que se escuchaba en su casa con el castellano que aprendía en la escuela y el italiano que lo cautivaba con las canzonettas y arias de ópera que emitía la radio. En esa triple frontera cultural Mundstock empezó a acercarse a la música. Su primer registro de música en vivo fue en una sinagoga, donde escuchaba a los cantantes litúrgicos, a quienes les reconocía “una voz muy operística”.
 
Mientras estudiaba en el colegio se dio cuenta que tenía un don especial para hacer reír a sus compañeros por fuera del libreto de los actos escolares. Y si bien eso no era bien visto por los docentes, en su interior algo se había despertado, esa chispa lo acompañaría para siempre.
Pero por ese entonces, los sueños del pequeño Marcos no eran muy diferentes a los de otros chicos. “Quise ser abogado, ingeniero, aviador, cowboy, benefactor de la humanidad, tenor de ópera, Tarzán, amante latino, futbolista y otras cosas más”, enumeraba. Cuando terminó el secundario entró en Ingeniería -más por mandato que por vocación-, mientras que, con mucho más placer, estudiaba locución en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER). Esos caminos en apariencia paralelos, pronto se cruzarían.
En ese universo de fórmulas matemáticas Mundstock encontró un resquicio artístico. La oportunidad se la brindó el coro. Allí se encontraron Gerardo Masana, estudiante de Arquitectura; Jorge Maronna, de Medicina; Daniel Rabinovich de Derecho y Carlos Núñez Cortés, de Química Biológica. De ese grupo que parecía tan distinto nacería un grupo que cambiaría la historia de la música y el humor en la Argentina: Les Luthiers.
El equipo de Les Luthiers de 71 al 73 que marcara época: Gerardo Masana, Maronna, Carlos Núñez Cortés, Mundstock, Ernesto Acher, Daniel Rabinovich y López Puccio (Foto: Archivo Atlántida)
El equipo de Les Luthiers de 71 al 73 que marcara época: Gerardo Masana, Maronna, Carlos Núñez Cortés, Mundstock, Ernesto Acher, Daniel Rabinovich y López Puccio (Foto: Archivo Atlántida)
Cuando el coro empezó a tener vida propia, Mundstock se aferró a él como un ancla. Abandonó la carrera de Ingeniería y el golpe militar encabezado por Juan Carlos Onganía lo dejó sin su trabajo de locutor en Radio Municipal. Pero Marcos no se bajoneó: había encontrado en la música coral una actividad que lo fascinaba, aunque lejos estaba de imaginar que fuera posible un futuro profesional ligado al ambiente artístico.
Luego de un festival de coros universitarios realizado en Tucumán se forma I Musicistiantecedente directo de Les Luthiers. Bajo la dirección de Masana, el grupo realiza una serie de conciertos en el Instituto Di Tella. Fue allí cuando empieza a cobrar vida un personaje clave para la historia de Mundstock y de Les Luthiers: Johann Sebastian Mastropiero. La criatura surgió de la invención de Mundstock y de la mezcla entre los nombres del compositor Johann Sebastian Bach con un personaje inventado, llamado Fredy Mastropiero.
El 4 de septiembre de 1967, Masana, Mundstock, Rabinovich y Maronna forman Les Luthiers. Los esperaba una Buenos Aires que hervía culturalmente. Pronto se hicieron un lugar, y Marcos tendría la tarea de aportar la mayoría de los textos y realizar las presentaciones. Su voz de bajo se convirtió en marca registrada; a eso le sumó su particular histrionismo entre lo formal y lo absurdo, lo que hacía que la gente lo amara.
 Su primer chiste lo hizo de niño. Vio un camión y le dijo a su hermana: ‘Ahí llevan a los cueros para fabricar vacas’. Esa picardía lo acompañaría toda su vida
Les Luthiers dejó de ser un secreto bien guardado en 1970, cuando programó una serie de presentaciones en un boliche ubicado en Congreso. Fue tal la repercusión del grupo que el local los contrató para hacer temporada en Mar del Plata. Allí también actuaba Nacha Guevara, quien según la leyenda no soportaba el éxito de los músicos. Cada función era un escándalo, hasta que un vaso de vidrio impactó en la frente de Mundstock. El saldo fueron seis puntos de sutura para el luthier, y dos meses de prisión en suspenso para la diva.
Los espectáculos se fueron sucediendo y el éxito pronto convirtió a Les Luthiers en un clásico del humor de habla hispana. En 1974 desembarcaron en España, primer paso de un amor recíproco que desembocó en el premio Princesa de Asturias en la categoría Comunicación y Humanidades, en 2017. Al recibir la noticia del premio Mundstock dijo con su “seriedad” característica: "El célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero está indignado, desde el rincón desde el que se esconde, por el otorgamiento del premio Princesa de Asturias a esos músicos que solo se ocupan en denigrarlo”.
En la ceremonia de premiación, Marcos tomó la voz y, entre agradecimientos y reconocimientos, lanzó una frase que definió al grupo y a su rol como guionista: “El ejercicio del humorismo, profesional o doméstico, más refinado o más burdo, oral, escrito, mímico, dibujado... mejora la vida, permite contemplar las cosas de una manera distinta, lúdica, pero sobre todo lúcida, a la cual no llegan otros mecanismos de la razón”.
Marcos Mundstock, Martin O'Connor, Jorge Maronna, Carlos Nunez Cortes, Carlos Lopez Puccio y Horacio Turano celebrando los 50 años de Les Luthiers (Foto: AFP / PIERRE-PHILIPPE MARCOU)
Marcos Mundstock, Martin O'Connor, Jorge Maronna, Carlos Nunez Cortes, Carlos Lopez Puccio y Horacio Turano celebrando los 50 años de Les Luthiers (Foto: AFP / PIERRE-PHILIPPE MARCOU)
El éxito del grupo fronteras afuera -con shows a lo largo de la América hispana y algunas aventuras en Brasil y Estados Unidos-, supuso un nuevo ejercicio para Mundstock a la hora de neutralizar algunos modismos propios del Río de la Plata. Le gustaba crear los textos en la soledad de su estudio casero, y con los años fue desarrollando una metodología laboral que le permitía ser prolífico sin perder la gracia ni caer en las repeticiones. “Hacer textos para ser escuchados tiene su clave: deben llevar el remate en la última palabra del párrafo”, explicaba. “Creo que el chiste suele ser una obra abierta, siempre modificable, y corrijo en forma permanente y sobre la marcha. Mis notas son un crucigrama”, agregaba a modo de receta. Claro que lo más importante estaba en su cabeza, y eso no se consigue en la farmacia.
Los 80 fueron los años del despegue masivo para Les Luthiers: su popularidad ya no tuvo frenos. Y en el siglo XXI se trasladó a las redes con millones de visualizaciones y likes. Sobre sus inicios, Marcos no evitaba una autocrítica. “Veo videos de los espectáculos viejos y los textos no me parecen muy diferentes a los que podemos escribir ahora, pero en lo que es el oficio teatral hemos cambiado mucho. Éramos lentísimos, nos deteníamos en momentos en los que no pasaba nada...", lamentaba, para rematar con humor: “La gente nos quería igual, yo no sé por qué".
En paralelo a su actividad en el grupo, Mundstock se metió en el cine. Fue la voz en off de Quebracho y Metegol, y puso el cuerpo tanto en dramas como Cama adentro y Roma, y comedias como No sos vos, soy yo y Mi primera boda, donde en la piel de un cura se lució en un diálogo lleno de guiños lutherianos con el rabino interpretado por su amigo Daniel Rabinovich.
En televisión, trabajó en La Argentina de Tato y Sorpresa y Media, y lo último que hizo fue la presentación de Pasado de copas.
Paradójicamente, siendo la voz y una de las caras representativas de Les Luthiers, su asignatura pendiente fue la música. De chico, en su casa no había lujos y ni se le ocurría sugerir la posibilidad de aprender algún instrumento. Cuando ganó sus primeros sueldos y pudo comprarse un piano, no tuvo constancia ni paciencia. “Quería aprender todo muy rápidamente y en la música, los tiempos de aprendizaje son muy difíciles de modificar”, contaba con algo de frustración.
Marcos Mundstock en mayo de 2018, con la placa con la cual la Ciudad de Buenos Aires le rindió homenaje (EFE/ Pablo Ramón)
Marcos Mundstock en mayo de 2018, con la placa con la cual la Ciudad de Buenos Aires le rindió homenaje (EFE/ Pablo Ramón)
En su vida personal, compartió la vida con la cardióloga Laura Glezer. Solía contar que se enamoró de ella “porque conoce mi corazón”. Juntos tuvieron a Lucía, su única hija, licenciada en Administración de Empresas, actriz y productora con la que compartía la pasión por el fútbol, un deporte que jugó hasta que el cuerpo se lo permitió. De chico era de Boca, hasta que en un partido contra Chacarita se dio cuenta que quería que ganaran los Funebreros “porque jugaban más lindo”.
El humor siempre lo acompañaba y con su voz seria podía hacer las reflexiones más graciosas sin perder la compostura. Como esa vez que interrumpió una ponencia en el Congreso Internacional de la Lengua con esta reflexión: “La expresión ‘me importa un bledo’ no tiene igual. ¿Alguien sabe lo que es un bledo? Algún día un ejército de bledos se lanzará sobre los hispanohablantes para vengarse de tantos siglos de ninguneo”.
En el mismo tono propuso “formas más directas” y cambiar expresiones como “donde manda capitán no manda marinero” por “el más explícito “donde manda capitán hay que ir”, o que en vez de “una golondrina no hace verano” usar “expresiones más vulgares” como “una golondrina no hace un carajo”. Eso sí, “con perdón de Gustavo Adolfo Bécquer”, decía.
En más de 50 años de profesión, forjó una relación de amistad y respeto mutuo con otros genios del humor como QuinoRoberto Fontanarrosa Alejandro Dolina, todos exponentes de un humor gracioso e inteligente. “A mí me gusta el humor por el ingenio, no necesito que sea muy intelectual. Entonces, me gusta el humor del tipo que sale y dice: ‘Mirá lo que digo’. En cambio, no me gusta el tipo que dice: ‘Mirá lo que me atrevo a decir’, y se pone impertinente. Ese humor no me mueve un pelo, entre otras cosas porque soy calvo, todo el mundo lo sabe”, decía, logrando que la humorada no tapara la sabiduría. Además, fijaba su límite: jamás hacer humor “sobre el dolor ajeno”.
Se fue Mundstock. Solía decir que por su inconfundible voz siempre lo convocaban para hacer de Dios o de psicoanalista. Seguramente, si Dios existe hoy le guiñará un ojo y lo dejará pasar sin problemas. Es que con tanto humor y tanta risa, Marcos tiene el Cielo bien ganado.
Marcos Mundstock
Marcos Mundstock

lunes, 20 de abril de 2020

¡No se toque la zona T!


Robert West, Susan Michie, Richard Amlôt, G. James Rubin Fuente: BMJopinion Don’t touch the T-Zone—how to block a key pathway to infection with SARS-CoV-2
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=95920&fuente=inews&utm_source=inews&uid=520577
Los gobiernos de todo el mundo están implementando medidas sin precedentes para frenar la propagación del virus SARS-CoV-2. Estas medidas se centran en el distanciamiento social (mantener a las personas alejadas unas de otras), incluido el cierre de locales de hospitalidad y tiendas, la detención de reuniones masivas y, en muchos casos, la necesidad de que la población se quede en casa, excepto en los viajes esenciales. El impacto que esto está teniendo en la vida, la salud mental y los medios de vida de las personas es considerable. Se debe hacer todo lo posible para reducir el tiempo durante el cual dichas medidas deben estar vigentes, al tiempo que se limita la propagación del virus.
A pesar de nuestros mejores esfuerzos, un cierto contacto interpersonal es inevitable durante este tiempo, como entre miembros del mismo hogar o por trabajadores clave con responsabilidades de cuidado.  Un comportamiento que podría marcar una diferencia sustancial en estos y otros contextos, y que no cuesta nada, es evitar tocarse la boca, la nariz y los ojos, lo que se ha llamado la Zona T1.
La ruta principal hacia el cuerpo para el virus es a través de la nariz, los ojos y la boca.
Entra en las células de las membranas mucosas a través de los receptores ACE2. 2 Hemos creado la siguiente figura para ilustrar el hecho de que hay dos formas en que el virus puede entrar en contacto con estas membranas.
  1. Una es por inhalación directa de gotitas o aerosol.
  2. La otra es tocando la boca, nariz o región de los ojos con una mano o un objeto contaminado.
No se sabe con precisión cuánta transmisión ocurre por cada ruta, pero se puede esperar que esta última desempeñe un papel importante. Esto se debe a que, si bien el virus generalmente solo se transmite por el aire por unos minutos, puede contaminar superficies y objetos, conocidos como 'fomites', por muchas horas e incluso días, y estamos constantemente tocando estas superficies y objetos.
Lavarse las manos y limpiar las superficies también juegan un papel crucial, pero mantener las manos sin contaminar cuando hay tantos fómites potenciales en nuestro entorno es extremadamente difícil y la contaminación de las manos solo plantea un problema si la mano toca la Zona T. Por lo tanto, tiene sentido lógico hacer todo lo posible para encontrar formas de minimizar este comportamiento.
Escribimos en un artículo de opinión anterior sobre las estrategias de comportamiento más generales que pueden hacer que las personas adopten comportamientos protectores.4 Dada la importancia crucial de esta vía final de tocar la Zona T, es absolutamente vital encontrar formas de minimizar esto.
Teniendo en cuenta su importancia en el control de infecciones de manera más general, es sorprendente la poca evidencia que hay sobre tocar la zona T, pero un estudio reciente de estudiantes de medicina en Australia encontró que los participantes se tocaban la cara un promedio de 23 veces por hora, de los cuales el 44% involucraba tocar una membrana mucosa distribuida de manera más o menos uniforme en la boca, la nariz y los ojos.
Dos estudios anteriores, en pequeñas muestras no representativas, encontraron tasas de contacto facial de 16 veces por hora y 19 veces por hora. No pudimos encontrar ensayos que evaluaran el comportamiento. estrategias para prevenir esto, ¡ni una! Dicha investigación se necesita con urgencia, pero mientras tanto, hay algunos primeros principios y evidencia anecdótica que pueden ayudarnos a informarnos.

Número promedio de toques faciales observados en un período de 60 minutos. 
La evidencia anecdótica sugiere que el contacto con la cara ocurre principalmente bajo dos condiciones:
  1. Inconscientemente por hábito (incluidos los gestos inconscientes).
  2. Conscientemente (al menos hasta cierto punto) en respuesta a una picazón.
Estos probablemente requieren enfoques algo diferentes para prevenir su ocurrencia.
Los hábitos se pueden controlar de varias maneras:
1) Entrene un contra-hábito que entre en conflicto o redirija el impulso cuando las manos viajan hacia la cara (por ejemplo, dirigir la acción a otra cosa como acariciar la barbilla).
2) Poner barreras de comportamiento: hacer cosas que hagan que el hábito sea físicamente difícil o imposible de implementar (por ejemplo, en reuniones, sentado con las manos juntas).
3) Poner barreras físicas (por ejemplo, usando algo que evite que las manos tengan acceso a las áreas clave).
4) Generar atención plena: llevar la acción a la conciencia antes de que se complete (por ejemplo, colocando un aroma en las manos para que el aroma actúe como un recordatorio cuando la mano se acerca a la cara).
Dejar de rascarse una picazón puede parecer sorprendentemente difícil. La picazón evolucionó para hacernos rascarlas. Si bien hay algunas investigaciones sobre cómo controlar la picazón causada por afecciones de la piel, se sabe muy poco sobre las estrategias para evitar tocar el área afectada, ya sea médica o conductual. Puede haber lecciones de la investigación sobre formas de controlar otros tipos de impulso, como el impulso de fumar.
Las estrategias conductuales para hacer frente a los impulsos en general se han clasificado en cinco encabezados bajo el acrónimo, DEADS (inglés): retrasar, escapar, evitar, distraer, sustituir. Hasta qué punto es probable que cada uno de estos sea efectivo para combatir el impulso de rascarse una picazón. no se conoce pero parece un punto de partida razonable. Se podrían agregar otros de una taxonomía de 93 técnicas de cambio de comportamiento que se han identificado.
Puede parecer extraño que algo tan simple como no tocar la zona T sea tan difícil de hacer cuando hay tanto en juego, pero no cumplir con los regímenes de tratamiento que salvan vidas y continuar adoptando conductas extremadamente perjudiciales como fumar nos dice que los humanos son criaturas extrañas.
Promover un control conductual efectivo requiere una comprensión sólida de la capacidad, la oportunidad y los factores de motivación involucrados y no solo una apelación a la comprensión del sentido común.

  • Robert West, profesor de psicología de la salud, departamento de Ciencias de la conducta y salud, University College London, Reino Unido.
  • Susan Michie, profesora de psicología de la salud y directora del Centro para el Cambio de Comportamiento, University College London, Reino Unido.
  • Richard Amlôt, jefe del Equipo de Ciencias del Comportamiento, Departamento de Ciencia y Tecnología de Respuesta a Emergencias (ERD S&T) en Public Health England, y profesor visitante de práctica en psicología de la protección de la salud en King’s College London, Reino Unido.
  • G. James Rubin, Lector en Psicología de Riesgos de Salud Emergentes, King’s College London, Reino Unido.